LA NAO VICTORIA. La primera vuelta al mundo
Autor: Dani González. Guía Terres Llunyanes en África del Este
En un caluroso 10 de Agosto de
1519 zarpaban desde el Puerto de Sevilla cinco embarcaciones capitaneadas por
Fernando de Magallanes rumbo a las
Indias Orientales. Partían pues 265
hombres, 265 almas aventureras, repartidos en cinco Naos; La Trinidad, La San Antonio, La Santiago, La Concepción y La Victoria, en una expedición que tenia como único propósito
encontrar una nueva ruta marítima que llegase a las Islas de las Especias
(Islas Molucas). La expedición que planeaba Magallanes era ambiciosa y
arriesgada, anteriormente rechazado por los portugueses la propuesta era
navegar siempre hacia el Oeste, siempre por mares castellanos, a este lado de
la línea de demarcación marítima acordada por los reinos de España y Portugal
en el Tratado de Tordesillas. Este derrotero, conocido como Ruta hacia el
Oeste, abriría una ruta directa con las especieras orientales, salvando así el
monopolio establecido por los portugueses y ofreciendo nuevas oportunidades económicas
a los puertos españoles como entrada de tan valiosas bagatelas; pimienta, clavo, nuez moscada y
otras diversas especias que se cotizaban a precio de oro en la antigua Europa.
Fernando de Magallanes por medio
de Juan de Aranda, factor de la Casa de Contratación, entra en contacto con la
corte y finalmente presenta su tan afanoso proyecto al Rey Carlos I. Corrían
buenos tiempos para la flota española, tras la gesta de Cristóbal Colón y los
despachos procedentes del Nuevo Mundo, se palpaba un ambiente de optimismo y
esperanza en toda nueva empresa y expedición. El monarca, por lo tanto, no
tarda en aceptar la propuesta que ofrecería riquezas y honor al reino y el 22
de Marzo de 1518 rubrica capitulaciones con el capitán Magallanes en
Valladolid.
Tras zarpar las cinco Naos el 20 de
Septiembre de 1519 desde Sanlúcar de Barrameda, la expedición navega rumbo
Canarias costeando el continente africano hasta casi llegado el Ecuador, desde
donde se lanzaría al gran azul para cruzar el Atlántico con ayuda de los
vientos portantes.
Una vez llegado al hemisferio sur y
después de abastecer las gambuzas de pertrecho en tierras brasileñas,
continuarían la singladura siguiendo la ruta demarcada años antes por Juan Díaz
de Solís hasta el Río de la Plata. A partir de esta latitud navegarían hacia lo
desconocido, no había mapas, no había cuadernos de bitácora ni testimonios,
estaban tan lejos del mundo conocido que ni siquiera tenían leyendas donde
aferrarse.
Tras un primer invierno fondeados frente a
las costas de la Patagonia, donde tomaron contacto con la etnia amerindia de
los Patagones (actualmente conocidos como los Tehuelches) y después de sofocar un intento de motín a bordo
de La San Antonio y el naufragio de La Santiago, la expedición parte rumbo sur, hacia el frío
y desconocido sur, navegando un mar en arboleda en busca de un paso marítimo que
les permitiese llegar al Mar del Sur.
Fue el 21 de Octubre de 1520
cuando Magallanes, tras sortear un laberinto de islotes en una travesía
complicada, cruza el tan ansiado paso, bautizándolo como “Estrecho de las Once
Mil Vírgenes" siguiendo la onomástica de la fecha, y el cual quedaría por
los siglos reflejado en las cartas náuticas como Estrecho de Magallanes.
Frente a los marineros se abría
un nuevo e inmenso océano, el Pacífico, llamado así por los suaves vientos y la
mar en calma que casualmente encontraron a su entrada… empezaría pues la
verdadera odisea. Esta travesía fue durísima, el escorbuto diezmó la
tripulación y el animo de los hombres. Acabadas las provisiones, terminaron
comiendo serrín y el cuero del palo mayor, previamente remojado y cocido. En
cuanto a las ratas de a bordo, todas desfilaron por la cazuela. Los cálculos de
Magallanes erraron en la estimación de las dimensiones de este nuevo mar, y
pasaron más de tres meses hasta volver a escuchar el grito del vigía en su casi
último aliento; ¡Tierra a la vista!
El 6 de Marzo de 1521 la expedición llegaría a Guam, isla perteneciente al
archipiélago de las Marianas, desde donde prosiguieron el viaje hasta que 10 días
después hallaran un denso grupo de islas que llamaron "Islas de San
Lázaro", siguiendo el santoral del 16 de Marzo al pie de la letra, eran
las Islas Filipinas. Magallanes tomó posesión de las mismas en nombre del rey
de España y formó alianzas con el Rajá Humabon y el
Datu Zula. Sería en la isla de
Mactán, un 27 de Abril, donde ocurriría el dramático episodio en el cual
Fernando de Magallanes perdería la vida, en una batalla frente a guerreros
cebúes comandados por el jefe tribal Lapu-Lapu, quien se negaba a pagar tributo
a la corona española y convertirse al cristianismo.
Tras el trágico suceso, Juan
Sebastián Elcano tomo el mando de
tal empresa. Elcano, hombre de mar y con una gran experiencia en navegación se
había granjeado la confianza de Magallanes y hasta la fecha había sido el
contramaestre de La Concepción.
Debería ser pues, Elcano quien cumpliera
con los objetivos de la expedición y arribar a las Islas de las Especias llevando
a buen puerto tan magna aventura.
La tripulación estaba hambrienta,
desilusionada y mermada, no había hombres suficientes para navegar las tres
Naos que aún seguían a flote, por lo que se tomó la decisión de emprender de
nuevo la travesía prescindiendo de una de ellas. Fue La Concepción la que corrió la suerte de ser incendiada
intencionadamente por falta de tripulación.
Con Juan Sebastián Elcano al frente de La Victoria y capitaneando la maltrecha expedición puso rumbo nuevamente
hacia el oeste. El 8 de Noviembre de
1521, Elcano y sus hombres llegaron a destino. Habían pasado dos años desde su
partida desde España. Elcano fondeó a la entrada de Tidore e hizo disparar toda
la artillería. La ocasión merecía el dispendio. A los pocos días de su llegada
a la isla, ya ordenó comprar clavo a los indígenas. La transacción resulto
provechosa, cambió clavo por algunos espejos, tijeras, cuchillos, gorros y paños
de color rojo, que hacían furor entre las gentes de aquellas islas.
El tiempo apremiaba y el capitán se
apresuraba por marchar de vuelta a España a sabiendas que la flota del rey de
Portugal andaba pisándole los talones y ganando millas poco a poco. Ordenó
carenar las naves y poner nuevas velas, sobre las que hizo pintar la cruz de
Santiago y la leyenda "Esta es la figura de nuestra buena aventura".
El vasco estaba dispuesto a volver a España a cualquier precio, costase lo que
costase.
El capitán tubo que dividir la
flota, la Trinidad que
estaba maltrecha y apenas se mantenía a flote se quedaría en Tidore para su
reparación a cargo de Gómez de Espinosa y 54 hombres más , y una vez reparada
volvería deshaciendo la ruta por el Pacifico, finalmente y tras un fallido
intento la nave volvió de regreso a las Molucas donde se quedaría para siempre.
Elcano a bordo de La Nao Victoria
abandonaría las Islas de las Especias a finales de Diciembre de 1521 rumbo sur.
La decisión era atravesar el Índico, que en la época pertenecía a Portugal
según el inexpugnable Tratado de Tordesillas. Era casi un suicidio, un
encuentro con la flota portuguesa supondría el fin del viaje. La Victoria hizo aguada en Timor y,
sospechando que los portugueses aguardarían al asecho junto a las costas de
Bengala, Elcano trazó una arriesgada singladura: ir desde Timor hasta el Cabo
de Buena Esperanza, cruzando el océano por el paralelo 40, los rugientes 40, a
miles de millas de la costa asiática.
Lo consiguió y doblado el Cabo de Buena Esperanza,
ya sólo restaba remontar el Atlántico Sur sin aproximarse a la costa y tomar
los vientos alisios de vuelta a casa. Pero aún quedaría por vivir la última
proeza. A la ya consumida tripulación volvía a visitarle el escorbuto, no
quedaba agua ni comida, en el horizonte se divisaban las islas de Cabo Verde, por
lo que se determinó correr el riesgo y fondear en el archipiélago que era cruce
de caminos de todas las derrotas portuguesas. Elcano elaboró un ardid; mintió a
los portugueses asegurando que, en realidad, venían de América y que la rotura
del trinquete les había desviado de la ruta. Los portugueses creyeron el bulo,
pero al día siguiente advirtieron el engaño. El gobernador mandó un esquife
para prender al español, pero era demasiado tarde: Elcano ya había largado
velas y portado por los vientos alisios solo le restaba un pequeño esfuerzo más
para llegar a casa.
Tras tres años de expedición y más de
42.000 millas náuticas, el 6 de Septiembre de 1522, llegaba al Puerto de
Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, la única embarcación sobreviviente de la
expedición, La Nao Victoria, gobernada
por Juan Sebastian Elcano y con la compañía de tan solo 17 hombres.
Elcano completaba de esta manera, la mayor
hazaña de la navegación de todos los tiempos; la Circunsnavegación del Globo
Terráqueo y la Primera vez que se daba la Vuelta completa a la Tierra.
Solo la determinación y la valentía de los
18 hombres que quedaron a bordo de La Nao
Victoria hicieron posible que tan gran expedición culminara con éxito y de
regreso a casa. El Rey Carlos I, ya nombrado Emperador Carlos V, quedo
fascinado por tal proeza, reconociendo y colmando de honores a Juan Sebastian Elcano, al cual concedió un escudo
de armas, en cuya cimera se puede observar un globo terráqueo con una leyenda
que reza; Primus circumdedisti me
–“El primero en rodearme”.
¿Que llevo a estos hombres a embarcarse
en tal expedición? A adentrarse en lo más profundo de los océanos por rutas
desconocidas, recalando en aquellas Tierras Lejanas aun incógnitas para el Viejo
Mundo.
Quizás sea ese espíritu aventurero
que todos, de algún modo, albergamos en nuestro interior. Tal vez, esa inquietud
y curiosidad por descubrir lo desconocido es la que nos lleva a Tierras
Lejanas, allá donde habitan nuestros sueños e incertidumbres.
Navegamos océanos, atravesamos
desiertos, escalamos montañas, nos adentramos en lo más profundo de las selvas…
descubrimos nuevas culturas, contactamos antiguas tribus ancladas en el tiempo,
contemplamos rituales ancestrales… de Norte a Sur, de Oriente a Occidente, la
aventura nos traslada a nuevos horizontes.
Ese espíritu es atemporal, se
vuelven a repetir las mismas inquietudes e incertidumbres. Toda gran hazaña
siempre estuvo, está y estará guiada por un enorme espíritu emprendedor. Con esta máxima, la Fundación Nao Victoria construyó
en 1991 una réplica a imagen y semejanza de La
Nao Victoria. Y tras su muestra en la Expo’92 de Sevilla, realiza al igual
que su semejante, la circunsnavegación del globo terráqueo entre los años 2004
y 2006. En esta travesía la tripulación, ávida de aventura, sigue usando las
mismas técnicas de navegación de antaño, sintiendo en sus propios cuerpos la
dureza del mar. Se convierten entonces en marineros de época; sus manos cuarteadas
por las rudas maniobras de abordo, sus rostros curtidos por el sol y el
salitre, sus miradas siempre puestas en el horizonte en busca de nuevo puerto
donde arribar.
Las cuadernas de esta nueva Nao Victoria crujen como lo hacían 500
años atrás. Y es que sus tablas resuman historia, una historia que nos habla de
la naturaleza más profunda del ser humano. No solo es el viento el que empuja
la nave milla a milla hacia Tierras Lejanas, sino el espíritu aventurero de
toda una tripulación que anhela revivir la singladura de aquellos hombres que realizaron
la que posiblemente sea la mayor hazaña de todos los tiempos; La Primera Vuelta
al Mundo.
Esta emblemática nave estará
atracada en Port Vell, Barcelona, hasta el próximo mes de Junio. A bordo se
puede visitar el contenido expositivo sobre la primera vuelta al mundo y las
vivencias de la tripulación que repitió tal hazaña entre 2004-2006. Entre la
tripulación habitual de la Fundación Nao Victoria, entidad sin ánimo de lucro,
se encuentra nuestro amigo y guía de Terres Llunyanes; Dani (guía de Tierras Lejanas). Quien
nos cuenta esta peculiar historia desde la misma cubierta de La Nao Victoria.
Un artículo de Dani González
Guía de Terres Llunyanes en África del Este